sábado, 14 de abril de 2012

Recordando a un soñador llamado Maiakovski

Eran los tiempos en los que Stalin hacía y deshacía en la Unión Soviética de la misma manera que los zares lo habían hecho durante siglos. Empezaba así la desleninización que pronto daría paso a las sangrientas purgas con las cuales el nuevo dictador eliminaría todo rastro de la Revolución de Octubre para construir una Rusia a su imagen y semejanza. Censura, represión, persecuciones, deportaciones, asesinatos clandestinos y ejecuciones; así comenzó el régimen que Stalin ya había instaurado a punta de argucias y miedo durante los últimos años de vida de Lenin, a quien ya había apartado de la vida política. Esas políticas y medidas se trajeron abajo todo tipo de creación artística libre e independiente.
Así, todos aquellos intelectuales y artistas que habían no solo prestado su tinta y pluma para derrocar al zarismo y apoyar la Revolución con el sueño de un mundo nuevo, sino que también habían entregado sus corazones, sueños y almas a esa utopía de igualdad y fraternidad comunitaria que parecía hacerse realidad se vieron completamente desilusionados y hasta abandonados por aquellos a quienes habían apoyado durante tantos años. Entre ellos, Vladímir Vladímirovich Maiakovski fue sin duda el más claro ejemplo de aquella desilusión y cruel mentira en la que acabó transformándose la Rusia bolchevique.
Maiakovski era de origen humilde y se había unido al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) a la edad de 15 años en plena metástasis del zarismo tras haber llegado a Moscú en 1906, y ya cautivado por el Futurismo, pasó a encabezar el ala artística del movimiento -aunque sin rumbo aún definido por esos tiempos- sin dejar por ello de trabajar arduamente en el activismo político, por lo cual sería perseguido y encarcelado en tres ocasiones. En 1909, durante su estadía en la Prisión de Butyrka, escribiría sus primeros poemas. No obstante su temprana edad, fue liberado pronto, pero sus escritos quedaron confiscados. Pero Maiakovski era de aquellos dementes que creían que los sueños se podían hacer realidad, así que tras salir de prisión entró en la Escuela de Arte de Moscú, donde iniciaría plenamente su vida artística al entrar allí en contacto con el grupo futurista Gileas, y en el cual conocería al que sería su amigo y compañero de pluma David Burliuk, con quien también haría activismo político a favor del POSDR.
Junto a Burliuk y otros dos compañeros de pluma (Velimir Jlébnikov y Alekséi Kruchónik), Maiakovski escribió y firmó en 1912 lo que se convertiría en la columna vertebral del Futurismo Ruso: Una bofetada al gusto del público, un manifiesto que más que plantar firmemente su rechazo a cualquier tipo de paternalismo del fascista Futurismo Italiano o conexión con él, plantó también el rechazo al canon clásico encabezado por autores como Pushkin, Dostoyevski y Toltói, y exponiendo por tanto su posición frente a aquel canon que intentaron destruir. Esa tarea la abordaron a través del grupo Hylaea, a través del cual expusieron su posición artística. Pero no todo fue arte ni poesía para Maiakovski ni para los futuristas rusos, pues ellos eran personas de acción: en 1914, cuando Filippo Tommaso Marinetti, creador del Futurismo Italiano, viajó a Rusia para exponer sus trabajos estéticos, los futuristas rusos lo abuchearon con asco y desdén.
"Son menos comprensibles que jeroglíficos", escribieron en aquel manifiesto. "Los Máximos Gorkis", los "Rémizov" y los "Bunins", decían para expresar su rechazo a que los escritores rusos sean solo copias de otros escritores rusos por su falta de iniciativa y de creación artística. Y contra ello pretendían luchar hasta el final. Pero lamentablemente el final estaba pronto para Maiakovski, pues en la nueva Rusia, aunque él creyó lo contrario, no había suficiente tolerancia para las críticas. Así sucedió cuando publicó en 1929 su obra teatral El baño, en la cual criticaba a la burocracia soviética y debido a la cual fue censurado. Caían así a pedazos todos sus sueños e ideales, todo su esfuerzo y anhelo por ver un mundo nuevo. Y así, el 14 de abril de 1930, cansado y desilusionado por ver que el mundo en el que vivía era solo una fantasía, se disparó un tiro en el pecho y acabó con su vida. En el poema de despedida que dejó, escribió: "(...) es una lástima que yo escribiera la consigna que debimos maldecir", escribiendo unas líneas arriba: "Camaradas, no piensen que soy débil. De verdad no se puede hacer nada". Todo estaba claro para él: la Rusia bolchevique había deshecho sus sueños, pero el régimen soviético se encargaría muy bien de hacer pasar su suicidio como la consecuencia de un desamor. Y es que así les pagada la Rusia de Stalin a todos aquellos artistas e intelectuales que ahora yacen olvidados en el moho del tiempo.


El cadáver de Maiakovski tal como fue encontrado en su domicilio.



Sábado 14 de abril de 2012.
(Texto por Gigí Monvé Frafrá).
GianGian Producciones.

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