martes, 25 de diciembre de 2012

¿Dios es amor?

 
En estas épocas de reflexión justamente reflexionábamos y nos preguntábamos lo siguiente: ¿Dios es amor? Porque el occidente cristiano y el oriente judío y musulmán creen en el mismo dios. Algunos lo llaman Dios, otros Alá y otros Yahveh (o Yavé, o Jah, o Iehová o Jehová). Pero como sabemos, el Cristianismo y el Islam nacen del Judaísmo a raíz de Jesús de Nazaret y de Abu l-Qasim Muhammad ibn 'Abd Allāh al-Hashimi al-Qurashi (Mahoma); y por tanto, Dios y Alá, respectivamente, no son más que el dios judío: Yahveh. Por ello, con más o menos información, y con ciertos matices, la Biblia y el Corán son depuraciones y libros ampliados de la Torá judía. Entonces, y basándonos en la Biblia, nos empezamos a hacer los siguientes cuestionamientos en base al mensaje de Jesús, hijo de Dios.
 
Jesús, este hombre tan admirable, hijo de Dios y El Mesías también, nos habla de que Dios (su padre) es amor, paz y perdón. Literalmente nos lo dice así (Mateo 5: 38-48): “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llorar sobre justos e injustos. (…). Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Y es que Yahveh le había dicho a Moisés en las Leyes de santidad y de justicia que a sus enemigos debía de aborrecer y que a sus prójimos debía de amar.
 
Aquí ya podemos notar una gran contradicción. Dios le dice a Moisés que debe ser bueno con sus amigos y malo con sus enemigos. Es decir, Dios es castigador en este primer momento. Luego, Dios, a través de Jesús, le dice a la humanidad que hay que olvidar esa ley castigadora, y que hay que perdonar, y amar a todos por igual, porque en efecto, Dios ama a todos por igual, y sin distinción alguna. ¿Quiere decir eso de que Dios vio en sí un error, una falta o una falla, y que castigar y aborrecer estaba mal, y que, en efecto, debía de imperar el amor? Pero, si así fuere, podríamos deducir de ello que Dios cambió, y si Dios cambió es porque estaba haciendo mal, y cambio para bien. Ello quiere decir que Dios no es omnisciente, como se nos ha enseñado, sino que, por el contrario, Dios hierra, comete faltas y se equivoca. Entonces, ya no es divino, ya no es Dios, y pierde su categoría como Ser Superior.
 
Es más, en uno de los pasajes de la Biblia (Mateo 18: 2-4; Marcos 10: 15; Lucas 18: 17), Jesús nos dice que los niños son salvos; literalmente nos dice lo siguiente: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos”.
 
Esto quiere decir que es de los niños el reino de Dios. Porque los niños son puros y buenos de corazón, tal como nos da a entender Jesús. Sin embargo, en el libro de Josué (en el Antiguo Testamento), se narra cómo Josué extermina bajo las órdenes de Jehová (es decir, bajo las órdenes de Dios) a todos los moradores de Jericó y de Hai, incluidos niños, mujeres y ancianos. Dícese así (Josué 6: 21): “Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos”, continuando así (Josué 6: 24): “Y consumieron con fuego la ciudad, y todo lo que en ella había; solamente pusieron en el tesoro de la casa de Jehová la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro”. Quiere decir esto que Dios, el padre de Jesús, y de quien este nos habla es puro amor, paz y perdón, olvidó su amor, su paz y todo su perdón al mandar a los israelitas a aniquilar al pueblo de Jericó y robarse de su ciudad todo lo de valor.
 
Del mismo modo, cuando Josué es mandado por Yahveh (o Jehová en la Biblia) a tomar y destruir la ciudad de Hai, sucede lo siguiente (Josué 8: 24-27): “Y cuando los israelitas acabaron de matar a todos los moradores de Hai en el campo y en el desierto a donde los habías perseguido, y todos habían caído a filo de espada hasta ser consumidos, todos los israelitas volvieron a Hai, y también la hirieron a filo de espada. Y el número de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue de doce mil, todos los de Hai. Porque Josué no retiró su mano que había extendido con la lanza, hasta que hubo destruido por completo a todos los moradores de Hai. Pero los israelitas tomaron para sí las bestias y los despojos de la ciudad, conforme a la palabra de Jehová que le había mandado a Josué. Y Josué quemó Hai y la redujo a un montón de escombros, asolada para siempre hasta hoy”.
 
Como vemos aquí, y del mismo modo como sucedió en Jericó, Dios no contempló con el pueblo de Hai ni paz ni perdón, ni mucho menos amor. Es más, Dios no solo manda a aniquilar y destruir a estas ciudades y a su población, sino que también manda robar, saquear y expropiar las riquezas, posesiones y tierras. Y todo para dárselo a los judíos, como si estos fueran los únicos que bajo la gracia de Dios fuesen bendecidos. ¿Y los demás seres humanos? ¿Es que los demás seres humanos no son aptos de la gracia de Dios? ¿Dios no ama a ningún otro pueblo que no sea el judío? ¿Acaso los niños de Jericó y de Hai, así como los niños que habitaban en Sodoma y Gomorra y en la Tierra en los tiempos del diluvio, no son salvos del amor de Dios; acaso Dios no los amaba a ellos como amaba a los niños judíos? ¿Es por eso que Dios deja morir a los niños africanos, a los niños palestinos, a los niños serbios, a los chechenios, a los puneños, a los tibetanos, a los niños hutus y tutsis, a los chinos y a los niños de la India y de Pakistán, a los niños iraquíes y afganos? ¿Ese es el amor de Dios, su justicia y su misericordia? ¿Esa es su paz, su perdón y su gracia? Porque si esa es su justicia, su paz, su amor y su perdón, su misericordia y su gracia, entonces no es mi Dios, no es nuestro Dios. Es más, si ese es Dios, pues es un dios cruel, sangriento e injusto, un dios malvado y un dios verdaderamente aberrante y asqueroso.
 
 
Martes 25 de diciembre de 2012.
GianGian Producciones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres un pobre necio, que esta frustado con la vida, no tienes la mas minima idea de las razones por las cuales se hicieron las cosas en el AT, solo pones versiculos fuera del contexto....no eres honesto en tu "no creer" ... te conviene creer que no existe para que asi puedas imaginar que no tendras que rendirle cuentas a nadie, juzgas a la religion cuando no tienes idea de que esto no se trata de religion...ni de normas...sino de un estilo de vida. no lo puedes entender porque te ha cerrado. sigue asi, amargado, es el camino que has escogido, estas en tu derecho.

GianGian Producciones dijo...

No hay peor necio, ni peor ciego, que el que se rehúsa a ver a casusa de un dogma, incluso cuando la razón demuestra lo deforme de un discurso rebanado y cocinado con intención de manipular. Crees en un Dios y en un libro sin razón alguna más que el de la fe. Tu fe te vuelve completamente imbécil, porque esa fe no es más que un dogma, un miedo que intenta tener la esperanza de que haya un “paraíso” más allá de la muerte, para que tu triste e insignificante existencia no se pierda en el olvido. Y he allí, consecuencia de la propia naturaleza humana, la razón de las religiones. Encontrar una explicación mitológica, dogmática, supersticiosa y estúpida a todo lo que el cerebro humano no puede ni logra entender. Bravo, aplausos para el que tiene fe, porque será salvo de Dios, así como lo fueron todos los inocentes que murieron bajo la mano de Dios en el Antiguo Testamento, solo para que los judíos tomen posesión de su ansiada y añorada Tierra Prometida. Oh, sí, bravo, ¿y los demás seres humanos no-judíos qué; que se mueran en las llamas del Infierno? Y encima me vienes a llorar acá tus frustraciones dogmáticas y tu empecinada ceguera. Anda mejor llórale a tu cruz, a tus ídolos y a tus santos. ¿No empieza acaso a esta hora la misa? Ve, anda y llora allí en tu Iglesia y págales con tu diezmo a esos cerdos viciosos que a tus espaldas se ríen de lo imbécil que eres, y no me vengas acá a malograr el día, las noches y las mañanas. Que así como tú y los tuyos tienen la libertad se hablar toda la porquería supersticiosa y dogmática (que no ha causado más que guerras, muerte y terror), yo tengo libertad y derecho de pensar, decir y escribir lo que se me dé la regalada gana. Y, claro está, tengo el derecho y la libertad de hacer uso de la razón (que tú y los tuyos tienen empolvada en lo más hondo de sus cerebros); y por suerte que le doy uso, sino estaría igual de imbécil que tú y los tuyos. Así que anda no más a tu Iglesia, y ora que con suerte baja Dios su noble mano y te hace salvo.

Anónimo dijo...

Bueno G, sabes que para mi Dios sí es amor, pero no religión. Y dudo mucho que las cosas terribles que suceden sean a causa de un Dios castigador o indiferente, es a causa de humanos cruentos que aún no descubrimos del todo que dentro de nosotros hay un mundo de amor, reconciliación, respeto y justicia. Pero entiendo tu punto y tu indignación, ya que los que han controlado las religiones y por ende la idea de Dios han sido seres contradictorios, aprovechados y sanguinarios, pero no puedo compartir todo lo que dices. Un abrazo. E.