Para todos aquellos defensores del "mercado libre", del hípercrecimiento y de la explotación desmedida de recursos naturales, para los parásitos defensores del señor Presidente Ollanta Humala Tasso, esos amantes de la Casa Blanca y admiradores de la dictadura económica de Pekín, escribe David Roca Basadre en el anterior número del semanario Hildebrandt en sus trece del viernes 13 de julio el siguiente artículo:
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Abrumados por Conga y los tantos conflictos ambientales derivados de la presencia y actividades extractivas en la misma casa de muchos peruanos de zonas rurales, no nos damos cuenta de que el tema ambiental no es un tema que tenga nacionalidad. Es un asunto de mala economía planetaria, de la que, obviamente, somos parte.
Abrumados por Conga y los tantos conflictos ambientales derivados de la presencia y actividades extractivas en la misma casa de muchos peruanos de zonas rurales, no nos damos cuenta de que el tema ambiental no es un tema que tenga nacionalidad. Es un asunto de mala economía planetaria, de la que, obviamente, somos parte.
En África, por citar un caso, la República Democrática del Congo tiene su enorme Conga en las minas de coltán, de donde se extrae el 80% de la producción de este mineral que sirve para la casi totalidad de los dispositivos electrónicos de consumo moderno, como el teléfono celular que usa usted diariamente. En ese país africano, la maldición de la abundancia ha caído como guadaña sobre la población víctima de guerras intestinas y de la ambición de países vecinos que, por la codicia del mineral, lo tienen semiocupado. Los trabajadores mineros del coltán ganan sueldos de miseria para que las industrias que pagan la publicidad de los grandes medios puedan seguir beneficiándose.
El jade, que Birmania [República de la Unión de Myanmar] produce en grandes cantidades, tiene su gran marcado en la República Popular China. Las canteras en Birmania, donde una dictadura militar no afloja su predominancia a pesar de las apariencias, producen la piedra preciosa que adorna la vida de la nueva burguesía china, a costa de la vida corta de miles de trabajadores birmanos que, con su sacrificio, engordan las canteras de los empresarios chinos aliados a los gorilas birmanos.
El oro que se extrae de Cajamarca y otros lugares -valga subrayarlo- es en un 80% también para joyería y usos similares. No hay mucha diferencia con el jade.
La demanda de lo que los economistas felices llaman commodities, y que, con crisis o sin ella, persiste en darnos ese crecimiento que creen que es lo mejor que nos ha pasado, se sostiene en ese apetito insaciable de insumos que proviene de los grandes países consumidores y que, como en el caso del espárrago destructor de acuíferos en Ica -denuncia que divulgó esta revista en la edición anterior- no perdona nada.
Existen contratos entre PetroPerú y empresas extranjeras (como Petron Resources, LP) para seguir buscando en nuestro país más vetas de extracción de todo lo que fuera. Hay ONGs estadounidenses y europeas que, por su lado, detectan los espacios de reserva genética que pueden alimentar la llamada "economía verde", que es el nuevo invento de los mismos de siempre.
La búsqueda de insumos para alimentar esa economía no es solo la legal. La cocaína es uno de esos commodities al que se mira de costado, pero al que se le deja pasar. Hace unos días nos recordaba Roger Rumrill que "en 1989, según Macroconsult, el 11 por ciento del PBI provenía de la economía ilícita; en el año 2009, entraron al Perú 22 mil millones de dinero sucio, es decir el 17 por ciento del PBI". La República Popular China, Europa y Estados Unidos tienen formidables mercados que demandan el producto. Esas cifras, y la necesidad de tener presencia geopolítica en territorio andino-amazónico por parte de los Estados Unidos y otras potencias, explicarían más que nada el persistente fracaso de las luchas antidrogas.
La mala economía global, y no solo la peruana, parte de cerrar los ojos voluntariamente a un principio básico de la termodinámica: la entropía, y es que no es posible revertir las transformaciones de la energía y de la materia. El economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen aplicó estos principios para demostrar que la economía clásica de los liberales desconoce los lazos íntimos de la naturaleza con la producción y entonces cree que es posible un crecimiento infinito en un mundo finito. Lo cierto e indispensable es pensar la economía en el seno de la biósfera, sin ignorarla.
Toda la lucha en Conga, en Espinar, en Condorcanqui y en Islay es política no por la razón politiquera estrecha que señalan los comentaristas y políticos de la derecha, sino porque es, en el fondo, un cuestionamiento directo a la mala economía que sostiene el sistema mundial impuesto por el control social mediático y la fuerza bruta.
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Martes 17 de julio de 2012.
(Información extraída de Hildebrandt en sus trece, Nº 115).
(Caricatura de Vladimir Druzhinin: Eco glazing, 2008).
*Información corregida ortográficamente.
GianGian Producciones.
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