Hoy
fue el Día Mundial del Medio Ambiente. Y a diferencia de algunos estúpidos que
creen que el Medio Ambiente es un chiste de “arbolitos” y “pajaritos”, nosotros
sí nos lo tomamos en serio. Porque el Medio Ambiente es todo lo que nos rodea:
Las plantas, los árboles, los “pajaritos”, el aire, el agua, la tierra, las
corrientes marinas, los ecosistemas, la sociedad, la economía, la industria, la
pobreza, y etcétera; y cualquier alteración y efecto negativo en el Medio
Ambiente nos pone en peligro, a todos, sin importar nuestra raza, nuestra
ideología y nuestros credos, sin importar nuestra nacionalidad, nuestro
domicilio y/o nuestra condición social y económica. El Medio Ambiente no se
trata ya de las viejas rencillas entre “derechas” e “izquierdas”; no se trata
de la lucha de clases ni de la culturalidad y la anticulturalidad ni tampoco de
capitalismo y socialismo. Se trata de nuestra existencia, y de cómo ella
repercute negativa y/o positivamente en todo lo que nos rodea, desde los “arbolitos”
y “pajaritos” hasta en el futuro de nuestra propia civilización. Se trata,
pues, de inteligencia, de racionalidad versus estupidez, de progreso
responsable versus progreso interesada y ambiciosamente irresponsable.
Por
eso hoy recordamos y hacemos énfasis en que Estados Unidos se ha zurrado
completamente en todos los tratados medioambientales existentes desde que la
problemática medioambiental empezó a discutirse en los organismos
internacionales. Por eso hoy recordamos y hacemos énfasis en que el sistema
capitalista neoliberal megaindustrializado no es perfecto, más allá de lo bueno
y lo malo, pero definitivamente no es perfecto, y definitivamente es
incompatible con el delicado equilibrio medioambiental de los ecosistemas que
nuestro planeta alberga.
Hoy
recordamos, pues, que junto a Estados Unidos, la República Popular China, la
Federación Rusa, la India, Brasil, Australia, Alemania, Canadá y Gran Bretaña,
solo por resaltar los casos más vergonzosamente emblemáticos, también se han
zurrado en los tratados medioambientales existentes, que nunca han colaborado
en la lucha internacional por reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2)
y otros gases de efecto invernadero que nuestras sociedades producen, teniendo
en cuenta que justo son esos los países que más contaminan, pues son los países
que poseen las megaindustrias de producción más desarrolladas y grandes de todo
el mundo.
Y
sí. No es que seamos unos espesos, unos “rojos” que se oponen al desarrollo, o
unos antisistemas terroristas, unos antiantiestadounidenses ni unos antiimperialistas,
como suelen poner de excusa los medios de comunicación masivos para
deslegitimar cualquier crítica que hagamos al poder los que no nos casamos ni
con el poder ni con los poderosos. Estamos diciendo la verdad. Somos sinceros,
y no unos hipócritas ni unos interesados que ponen el lucro para su propio
beneficio por delante, incluso, de la vida y subsistencia de millones de seres
humanos, y de millones de otras especies animales y/o vegetales.
Es
sincero decir que son Estados Unidos y la República Popular China los países
más poderosos del mundo en estos momentos, y que a nivel mundial son sus
industrias las más grandes y desarrolladas también. Pero también es sincero decir
que son también los países que más contaminan, que son Estados Unidos y la
República Popular China los dos países que más carbón queman a nivel mundial
para poder sostener su sistema energético nacional, pues el carbón les resulta,
en definitiva, baratísimo al corto plazo.
Y
es que son mortales y monstruosamente vergonzosas las nubes tóxicas de
contaminación, altamente cancerígenas por sus altos índices de metales pesados
y gases tóxicos, que oscurecen y se levantan sobre las ciudades
estadounidenses, como sucede en Bakersfield y Merced (ambas en California), Los
Ángeles, Las Vegas, Chicago, Nueva York, Washington (ciudad que emite unas 20
toneladas anuales de CO2 en promedio), Denver (donde se emiten 21,5 toneladas
de CO2, metano y otros gases de efecto invernadero anuales por habitante), Pittsburgh,
Cincinnati, Minneapolis, Austin, Dallas (donde anualmente se emiten un promedio
anual de 15 toneladas de CO2 y metano por habitante), entre otras.
Pero
la República Popular China no se queda atrás. El gigante asiático emite en
total un promedio de 18% del total de CO2 a nivel mundial cada año, y, por
supuesto, cada año esa cifra va en aumento. Sus ciudades más contaminadas, y
que se encuentran entre las más contaminadas del mundo, son Linfen (la mayor
productora de carbón de su país, emite niveles altísimos de CO2, arsénico y
plomo), Tianjin, Beijing, Shanghái, Cantón, Xian. Y su capital, Pekín, es de
las más contaminadas de la China continental, pues su emisión de partículas de
metales pesados en el aire superan espantosamente el índice recomendado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS), teniendo en cuenta que el límite de la
OMS es de 2,5 micrometros de diámetro por partícula, y Pekín emite partículas
con un diámetro de 500 micrometros. Es espantoso. Las nubes tóxicas que cubren
y desaparecen los rascacielos en Pekín son verdaderamente apocalípticas. La
República Popular China se encuentra en estos momentos en medio de una
catástrofe medioambiental, y las lluvias tóxicas son inevitables.
La
Federación Rusa es, claro, otro gigante de la contaminación. En Norilsk, donde
las minas cercanas de níquel, paladio, cobre, cobalto, platino y carbón, emiten
niveles descomunales de partículas de plomo al aire, es casi imposible respirar
sin sentir lo denso del aire. En Dzerzhinsk, donde durante la Guerra Fría la
Unión Soviética fabricaba sus armas químicas, las más de 300 mil toneladas de
residuos químicos que contaminan el aire y el suelo superan hasta en 17
millones los niveles de seguridad de la OMS, por lo cual en 2003 la tasa de
mortalidad de la ciudad superó en un
260% a la tasa de natalidad; verdaderamente espantoso.
Cerca
a Rusia, Mailuu-Suu, en Kirguistán, es una de las ciudades más radiactivas del
mundo por sus desechos tóxicos y sus minas de uranio. En Sumgayit, Azerbaiyán,
las emisiones tóxicas son altísimas, pues es uno de los centros petroquímicos
más grandes del mundo, tal como hace algunas décadas atrás, cuando era el
centro de producción principal de productos químicos agrícolas e industriales
de la Unión Soviética. En Chérnobil, Ucrania, la catástrofe atómica de 1986
sobrepasó en 100 veces el límite permitido de radiación en el aire, y las
lluvias tóxicas y radiactivas caen sobre sus tierras hasta el día de hoy,
convirtiendo a la hoy fantasma ciudad en una demostración de lo que fue la
carrera atómica durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión
Soviética (URSS).
Otras
ciudades altamente contaminadas son, ya sea por emisión de gases de efecto
invernadero, o por otros factores, Ranipet, en la India, una de las ciudades
más contaminadas del mundo, pues está llena de más de un millón y medio de
toneladas de residuos tóxicos que durante las dos últimas décadas han producido
las plantas químicas que allí funcionan. En la India también está Vapi, donde
los desechos químicos, los metales pesados y los pesticidas asfixian a su gente
y contaminan las aguas subterráneas de la zona, superando estas hasta en 96
veces los niveles internacionales permitidos. Y en la India también está
Sukinda, ciudad donde el 60% del agua potable contiene cromo hexavalente a un
nivel que duplica o hasta triplica las normas internacionales permitidas,
convirtiendo sus aguas en altamente cancerígenas, por lo cual la hemorragia
gastrointestinal, infertilidad y tuberculosis, entre otras, son enfermedades
que se han hecho comunes entre sus habitantes de todas las edades. En el delta
del Níger, en Nigeria, el panorama no es muy distinto, pues el río ha sido
víctima de incontables derrames de petróleo (casi 7 mil derrames en los últimos
50 años) que han contaminado las aguas con aproximadamente 13 millones de
barriles de crudo. Pero en Bandung, Indonesia, el río Citarum se corona
desgraciadamente como el más contaminado del mundo por la cantidad descomunal
de basura que alberga.
Río
de Janeiro, en Brasil, es una de las mayores ciudades industriales del monstruo
suramericano, por lo cual los basurales inmensos, sus aguas turbias y densas
así como su aire altamente tóxico en partículas de metales pesados la
convierten en un verdadero infierno. Pero Brasil es un monstruo en la región de
América del Sur no solo por su superficie territorial, sino también por los
altos y rápidos índices de depredación de las selvas amazónicas anuales, siendo
uno de los países que más rápido se está depredando a nivel mundial. Otro foco
de contaminación en la región suramericana es, claro, La Oroya, ciudad peruana
que emite cantidades extraordinarias no solo de dióxido de carbono, sino
también de dióxido de azufre y de dióxido de plomo debido a su explotación
minera. En Perú, dicho sea de paso, está también su capital, Lima, que es una
de las ciudades más contaminadas de toda América Latina, sobre todo por su
viejo parque automotor que emite cantidades descomunales de CO2 cada año. Santiago
de Chile, en Chile, no se queda atrás en cuanto a contaminación se refiere, así
como México D.F., en México. En el continente africano, Zabwe, en Zambia, es
una de las ciudades más contaminadas del mundo debido a las industrias que
extraen cobre de la zona.
Y
así sucesivamente, podríamos pasarnos todo el día, y todos los días, citando y
citando más y más casos. Y probablemente nos tardaríamos demasiado tiempo en
terminar. Pero lo cierto es una cosa: Nuestras sociedades están contaminando el
planeta. Nuestras industrias están depredando, asesinando y contaminando el
planeta. Y nosotros, los seres humanos, que supuestamente somos la especie
dominante de este planeta por nuestro cerebro altamente desarrollado y
evolucionado en comparación con el resto de las demás especies terráqueas vivas
que según nosotros son nada más que un montón de bestias inmundas e
incivilizadas, estamos depredando, contaminando, incendiando, envenenando y
asfixiando los milenarios ecosistemas terrestres. En definitiva, nosotros, los
seres humanos, estamos asesinando a nuestro planeta, la Tierra, y por tanto
llevándonos hacia nuestra propia extinción, junto con el resto de las especies
vivas que habitan en este planeta junto a nosotros.
Es
increíblemente desastroso, tristemente real; y sinceramente da impotencia ver
que como ciegos, mudos y sordos nuestras autoridades, nuestros gobiernos y los
organismos internacionales no hagan nada por cambiar, y que nosotros mismos no
presionemos lo bastante alzando nuestra voz de protesta para exigir a nuestras
autoridades y gobiernos (a las cuales nosotros elegimos, y que nos deben obediencia,
a nosotros, la ciudadanía) para que podamos cambiar esta grave situación.
Porque ten en cuenta algo (sí, tú, lector y compañero, seas hombre o mujer): Nosotros,
el pueblo, somos la mayoría de la población; nosotros, la ciudadanía, tenemos
el poder. El poder para cambiar, el poder para exigir, el poder para quitar el
poder otorgado, y es a nosotros a quienes las autoridades y los gobiernos nos
deben respeto, y es a nosotros a quienes los poderosos nos deben y tienen que
temer. Porque nuestras voces serán siempre más potentes y ruidosas que
cualquier arma del poderoso, y nuestros puños serán siempre más poderosos que
cualquier armas del poderoso. Y esta situación, esta forma de vida de nuestras
sociedades y de nuestras industrias debe y tiene que cambiar. Y depende de
nosotros, la ciudadanía, hacer que eso cambie, y lograr que todo mejore. Porque
el Día Mundial del Medio Ambiente no es solo un día para “huevear”, no es solo
un día para más; es un día para tomar conciencia.
Jueves 5 de junio de 2014
GianGian Producciones