Eran las 8:15 de la mañana aquel lunes 6 de agosto de 1945, cuando en
tan solo segundos 78 mil japoneses y miles de árboles, animales y edificaciones
se desintegraron como efecto de la explosión y la onda expansiva de la Little
Boy, como llamaron los estadounidenses a la bomba atómica que lanzaron sobre la
ciudad japonesa de Hiroshima. Macabro nombre para el arma que acabó con la vida
de miles de niños y bebés japoneses, inocentes en todo sentido, como el resto de
miles de civiles que allí murieron, a pesar de los múltiples argumentos con los
que el genocida Harry S. Truman, entonces presidente de los Estados Unidos,
pretendió justificarse reiteradas veces a lo largo de su vida. Acababa así la
Segunda Guerra Mundial, con una muestra del terror y de la violencia con la
cual el humano era capaz de actuar. Era el límite de la locura, de una
humanidad enferma e inmoral que solo ese día se cobró la vida de más de 360 mil
personas. Solo dos horas después de la explosión, tras disiparse la bola de
fuego que alcanzó la temperatura de la superficie del Sol, la cifra de muertos
había ascendido a más de 120 mil.
Luego vendría la lluvia radioactiva, el calor infernal y los ardores de
la piel producto del aire contaminado con partículas radioactivas que alteraban
la composición molecular de la piel, quemándola de gravedad. Los
sobrevivientes, en realidad, se licuaban por dentro; órganos, huesos, tejidos,
ya nada tenían más que una masa amorfa de los mataba del dolor. Pero el infierno
no acabaría allí. Dos días después, el 9 de agosto de ese año, a las 11:02 de
la mañana, Estados Unidos bombardeó con una segunda bomba atómica la ciudad de
Nagasaki. Allí murieron entre 40 y 70 mil personas. En las siguientes semanas,
meses y años, esa cifra se multiplicaría de manera trágica debido a las
deformaciones físicas, los diversos tipos de cáncer y el deterioro genético que
los miles de sobrevivientes sufrieron como consecuencia de la radiación a la
que estuvieron expuestos.
Desde entonces han pasado 70 años exactamente, pero la demostración
aterradora y nefasta del poder atómico no ha disuadido a ninguna nación ni
potencia mundial ha no aventurarse en el desarrollo de armas atómicas. En
realidad, las armas de destrucción masiva se han incrementado, y actualmente 9
naciones poseen armamento nuclear, más de una decena está en capacidad de
desarrollarlas.
Jueves 6 de agosto de 1945
(Fotografías de arriba a abajo por: Charles Levy (6 ago. 1945), Fuerza Aérea de los Estados Unidos (1945), anónimo (1945) y Onuka Masami (1945))
Artículo tomado del fanzine FOBIA.
GianGian Producciones
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