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Ahora resulta que algunos que se callaron cuando Fujimori brutalizaba al país, tórnanse consejeros del lobo (Hinostroza dixit) y le dicen a la izquierda qué es lo que debe hacer, cómo portarse, qué estoicismo aceptar.
Y lo que le dicen a la izquierda es que acepte al mundo tal como es, que para eso están las mayorías.
¿Acaso el mundo no ha aceptado el mercado como Dios? Pues por algo será, insinúan estos embajadores del lugar común.
O sea que modernizarse es sumarse a la banda de pícaros que, al estilo de Lehman Brothers, son privados mientras se llenan los bolsillos y socialistas cuando acuden al Estado (maldito) que los salve.
Mientras Europa languidece por exceso de capitalismo especulativo y ausencia de controles y en los Estados Unidos el candidato republicano podría ser un mormón (que es el grado más solemne de la imbecilidad teísta), aquí los asesores autonombrados de la izquierda dicen, en suma, que hay que resignarse a seguir a la manada planetaria.
El problema es que la manada planetaria que gobierna el sistema global de la codicia y la ignorancia está poniendo en peligro la propia existencia de la civilización. Y hay que ser muy bruto y achorado para no darse cuenta de que el dilema no es, en todo caso, izquierdas o derechas, sino suicidio de la especie o sobrevivencia con nuevos paradigmas.
El capitalismo ha llegado a su fin. Su tanática exigencia de consumo, su irracionalidad perversa, su avaricia antisocial, su depravación egoísta lo han hecho incompatible con cualquier propuesta de convivencia pacífica. El capitalismo necesita del desempleo para abaratar costos, la contaminación para crecer, el aturdimiento moral para mantener en eterna insatisfacción a sus consumidores.
El capitalismo y la razón nunca se entendieron del todo, pero ahora se entienden menos que nunca. No es extraño, por eso, que la derecha estadounidense se haya mudado, abiertamente, a esos predios donde Darwin ha sido destituido y los monos ya no son nuestros parientes remotos sino que parecen nuestros más próximos competidores. Solo desde esa irracionalidad es posible creer que el mundo puede seguir empeñado en "crecer" ensuciándolo todo -mares o lagunas, valores éticos o empatía, instituciones y políticas- y luchando a ver quién llega primero al abismo de la inviabilidad.
Se pretende que la moderación es una virtud del sistema mundial que la izquierda peruana no percibe. Qué argumento tan inocente. Es precisamente la inmoderación angurrienta la que ha traído esta crisis que destruye empleos y acentúa la desigualdad hasta en la otrora homogénea Europa sostenida por sus clases medias bien educadas.
La socialdemocracia no es la moderación. Lo fue cuando Lenin y Kautsky combatían y cuando este [Kautsky] creó la doctrina del SPD alemán [Sozialdemokratische Partei Deutchlands o Partido Socialdemócrata de Alemania]. Pero aquel programa de Erfurt, de 1891, fue arruinado sucesivamente por el fracaso de la República de Weimar, por el éxito (letal y provisorio) del estalinismo, por los venenos de la Guerra Fría y por el hegemonismo de los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. De modo que Kautsky, que quería una transformación en libertad, terminó encarnado en el ablandado Willy Brandt y en el abiertamente pro yanqui Helmut Schmidt. Y al magnífico Pablo Iglesias, el fundador del PSOE [Partido Social Obrero Español], lo interpretaría el señor Felipe González, que juró que España no sería pieza de la OTAN y metió a España en la OTAN y rejuró que el PSOE conservaría algunas de sus esencias mientras hizo todo lo posible para que el PSOE quedara como un odre vacío. Ahora es consejero empresarial, millonario sin explicaciones, amigo de Carlitos Slim y accionista de varias empresas importantes.
Decirle a la izquierda de que arrime al fogón de una supuesta sensatez renunciando a todo con tal de salir en la foto es sugerirle que termine de morir.
Si la izquierda peruana es hoy la Natacha en casa de Nadine es porque antes no supo ser Rosa Luxemburgo. Apostó por las dictaduras sombrías del Pacto de Varsovia, por el imperio nuclear y esclavista de Mao, por la dictadura cubana (inocultable desde 1971 con el llamado Caso Padilla). Y cuando llegó Sendero, hubo marxistas que vieron en esas hordas a ovejas descarriadas y no a enemigos fundamentales del socialismo.
La izquierda peruana, a la deriva desde la muerte de [José Carlos] Mariátegui, nunca creyó que la libertad es un derecho intrínseco y no una gracia que se concede.
Pero esos errores no pueden llevarla a aceptar los susurros de quienes quisieran verla desangrada y en muñones. Porque si de libertad habláramos habrá que decir que no hay nada menos libre que el sistema mundial actual. El comercio no es libre, la circulación de personas no es libre, la prensa no es libre, los gobiernos no obedecen a sus electores sino a la dictadura del dinero. La única libertad real que tenemos es la de gritar que quisiéramos ser libres.
Una izquierda verde, indignada, resuelta, consciente de que puede contribuir a mejorar el mundo antes de ver cómo se acomoda en él: esa es la izquierda que el Perú demanda y que muchos temen. Humala también la teme. Y sus nuevos ayayeros lo saben.
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(Información extraída del semanario Hildebrandt en sus trece, Nº 92).
(Caricatura de Carlos Tovar, Carlín: diciembre de 2012).
GianGian Producciones.
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