domingo, 2 de octubre de 2011

GianGian Producciones

Era el verano de 2004 cuando recibí prestado un disco que cambiaría mi vida. Se trataba del disco Más víctimas inocentes, vol. 1 de xRenacer Zinex, con canciones de @patía No de Venezuela, Migra Violenta de Argentina, Tropiezo de Puerto Rico, Opus Dead de España, Suja de Indonesia, Enfado de Brasil, Ciclo Vital de Chile, Seko de Perú, entre otras. Aún lo tengo, guardado como una reliquia aunque ya no se escuche, aunque extrañe profundamente poder oírlo. Y la razón de que extrañe esa experiencia aquella es que ese disco, repito, cambió mi vida. Me hizo creer que allá afuera, en el mundo, habían personas que pensaban como yo, a quienes les fastidiaban las mismas cosas que a mí, quienes querían destruir tantas cosas como yo quería hacerlo también. Pensé que el mundo realmente no estaba tan jodido como yo pensaba por aquel entonces. Pensé, y casi lloré de la alegría, porque pensé que había al menos una esperanza para lograr un verdadero cambio, un cambio definitivo. Por aquel entonces, como consecuencia, empecé a escuchar tantos discos como pude, tantas canciones como las horas me lo permitían. Y así fui a mi primer concierto, tarareé y me metí al pogo por primera vez. Admiré discursos por primera vez. El Punk había tomado mi vida, y con alegría yo lo admití. Pero desde el principio comprendí que no se trataba de un género musical más, desde el inicio comprendí que no eran solo canciones, que no era solo música, que no se trataba solo de comprar discos ni de ir a conciertos ni de poguear. Sabía que algo más había. Yo lo sabía, lo sentía. Y por todo mi cuerpo corría un cosquilleo con cada canción. Era esa extraña sensación que recorre tu cuerpo con emoción e inmediatamente sientes que necesitas empezar a saltar y brincar y expulsarlo todo porque sino vas a en verdad reventar. Era una sensación impresionante. Canalicé todas mis rabias, todas mis críticas y toda mi furia a través de todas las innumerables canciones que escuché. Era hermoso. Y digo que era hermoso porque en esos tiempos el romanticismo giraba entorno al Punk. Y día tras día escuchaba. Y día tras día pensaba en lo hermoso que sería aquel día en el que los punks armaran la revolución y el mundo pueda ser al fin perfecto, sin más violencia, sin más corrupción, sin más egos, sin más poses, sin más modas, sin más Capitalismo, sin más dineros y trapos de colores, sin más cúpulas, sin más Industria, sin más porquería comercial, sin más vagabundos, sin más pobres ni ricos, sin más clases, sin más razas, sin más diferencias, sin más discriminación; solo con Anarquismo, y con la anarquía construir un mundo perfecto a base de sudor y trabajo arduo para la eterna felicidad e igualdad, para la plena libertad sin libertinaje. Pero eran solo ideas que al parecer mi mente intentaba encontrarles compañía en algún lugar del vasto mundo. Porque eran solo realidad en mi mente. Algunas de mis ideas estaban en las canciones, pero solo en las canciones. Muchos de los que las cantaban ni siquiera intentaban llevarlas a cabo. Poco a poco, con los años, fui dándome cuenta que todos de algún modo se habían o acoplado o conformado, o que en todo caso no podían darse cuenta que sus formas de vida eran totalmente incongruentes con sus discursos y canciones. Y es que muchas veces nuestros actos no son plenamente un reflejo de nuestras ideas ni de nuestros discursos. Así sucedió. Poco a poco me fui dando cuenta de eso. Y me fui disgustando. Lo que parecía algo unido y uniforme era algo totalmente disparejo y disgregado, que, por consecuencia, estaba totalmente diezmado. El Punk no era ni unitario ni igualitario. Los Hardcore por su lado, los anarcopunks por otro, los straight edge por el suyo y los emos convirtiéndolo todo en una moda, tal como poco a poco lo iban haciendo los del Ska; los punks y hardcore “melódicos” hacían lo suyo al estilo de los emos y muchos metaleros o reggetoneros. Los que hablaban tajantemente de cambio y revolución lo hacían con golpes y cuchillos; los que hablaban de respeto y antidrogas igual consumían alcohol; y otros que hablaban de igualdad discriminaban a homosexuales y extranjeros. Y así cada micro escena iba dando muestra de su falta de unidad, de sus pretensiones de separatismo en lo que parecía ser una sola voz fuerte y unida, de sus incongruencias. Y no trato de insultar ni de acusar, pues este es solo un testimonio y a la vez una reflexión de quien nunca formó parte de ninguna escena, pero que sí pretendió apoyarlas, a todas, a todas esas micro escenas a través de este espacio. Y no insulto ni acuso, ni pretendo hacerlo, porque no soy nadie para hacerlo. Solo soy una voz más entre la bulla y la congestión. No pretendo ser una voz líder, y acá no queremos ser un modelo a seguir, una forma ni una moda más. Y no sé cómo sea en otros países, este es solo un testimonio de cómo es, al menos -a opinión personal-, en Lima. Lo digo no para destruir, talvez sí con desilusión, pero con el más extraordinario ánimo de construir, o al menos ayudar a construir desde un espacio inexistente en el mundo físico algo que sí existe en el mundo físico: escena. Este es un espacio que nació con mucha ilusión, talvez en demasía, y que admite que a lo largo del enorme camino también ha cometido errores y ha sido también bastante incongruente, y que admitiendo sus errores e incongruencias afirma una vez más su compromiso con el cambio y con aquella revolución que esperamos nunca sea violenta, sino más bien pacífica desde el ámbito de las ideas y de la comprensión y el respeto mutuo. Y es así que admitimos estar desilusionados, pero no con la escena, sino con las incongruencias de ella, con sus errores y deficiencias; y es la principal razón por la que hace más de dos meses no publicamos un solo artículo, porque no sabemos cómo escribir sobre cosas que talvez no se vayan a cumplir o realizar jamás. Pero reafirmamos nuestro compromiso, reafirmamos nuestra postura fiel y radical de que no descansaremos hasta aportar siquiera un gramo de arena en la playa, una gota de agua en el mar; de que no descansaremos ni tiraremos la toalla, porque, como hemos sostenido siempre en este espacio, esto no es una moda para nosotros, no es algo pasajero ni del momento. Es algo que sentimos, es más que un simple sentimiento, a veces ni siquiera es racional. A veces ya ni siquiera se trata de Punk; es algo más grande que eso, más vasto, más amplio, más gigante, más inmensamente poderoso. Es amor; amor por lo que hacemos, por lo que somos, por lo que queremos hacer, por nuestros sueños, por nuestra Esperanza, porque mañana este mundo sea un lugar mejor. Talvez sea estúpido decirlo por aquí y no con una banderola o un arma en la mano en medio de una manifestación o al frente de una revolución, pero lo decimos por aquí porque este es el único lugar por el que podemos decirlo, por el que sabemos que habrá alguien que lo pueda entender sin decir “qué estupidez”. Porque estamos seguros de que las siguientes revoluciones se darán no solo en las calles, calle por calle, casa por casa, sino que se darán también en el Internet, blog por blog, web por web; y será talvez acá donde se originen, donde los revolucionarios puedan llamar a la revolución. Egipto y Chipre ya lo han demostrado. Latinoamérica no se hará esperar, talvez -y esperemos, que nuestra generación no sea lo suficientemente estúpida como para permitirse seguir en el letargo del atarantamiento social-. Y cuando ese día llegue, nosotros estaremos acá, seguiremos no solo difundiendo conciertos y discos, sino también ideas y críticas, pensamientos y contracultura. Porque no puede haber revolución sin crítica, y no hay mejor crítica que la que se hace de uno mismo, y hacia uno mismo. Para hacer la Revolución, hay que revolucionarse primero a uno mismo. Y solo así podremos revivir de nuestras cenizas. Estamos convencidos, y lo afirmamos. No nos callamos. Y no lo haremos tampoco; jamás.

Atte.
GianGian Producciones.




Domingo 2 de octubre de 2011.
GianGian Producciones.

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